Mi contacto con el concepto justicia social comienza en mis años de universidad, vinculada a proyectos y asociaciones locales, donde comprobé de primera mano que la necesidades se encuentran a la vuelta de la esquina.

Años después comencé a explorar el mundo de la cooperación internacional. Pasé casi 2 años en Tanzania como técnico de proyectos centrados en el desarrollo de la población Masai, colaborando con la Fundación Carpio Pérez en el proyecto de construcción del colegio Eretore. Después, me uní a The Kobo Trust, en Nairobi, realizando formación a profesores y talleres de apego y trauma. Además tuve la oportunidad de trabajar con algunos jóvenes que han crecido en los “slums” de Nairobi.

La pandemia paró mi voluntariado internacional y tuve tiempo de reorientar el trabajo. Lo primero era crear una ONG que diera cobertura legal al voluntariado y a las ayudas. Por entonces leí un artículo sobre Monawara Begum, mujer de Bangladesh violada y prostituida desde niña y que vive en Kandapara, ciudad-prostíbulo de Bangladesh. Su historia me impactó de forma tan profunda que decidí que esa realidad sería uno de los trabajos en los que se enfocaría Amare Coopera.

Ésa fue una de las razones por las que queremos desarrollar proyectos de intervención social en lugares del mundo sujetos a situaciones de vulnerabilidad, injusticia, pobreza, machismo y abuso sexual.

En la junta directiva de la asociación me acompañan dos grandes personas amigas, Fernando Rodríguez y Marian González. Ambos profesionales del mundo del periodismo y la comunicación.

Amare Coopera vive también gracias a algunas otras personas bonitas que nos apoyan y ayudan con la comunicación, las donaciones, y por supuesto, con su apoyo incondicional.